El psiquiatra es el profesional de la salud que identifica las causas de las enfermedades mentales. Para tratarlas utiliza a veces la psicoterapia y, cuando es necesario, tratamiento farmacológico, o bien ambos con el fin de alcanzar objetivos terapéuticos.
El tipo de trastornos que trata van desde los más leves, como la ansiedad a las enfermedades más graves, como la esquizofrenia o los trastornos bipolares.
Los tratamientos utilizados en nuestra clínica son muy variados porque las causas y la naturaleza de estas patologías son muy diversas también. Para cada caso el doctor decide qué tratamiento o combinación de ellos utilizar.
Algunos de los trastornos tratados son:
La Psiquiatría de adultos se centra en el estudio, prevención y tratamiento de los trastornos mentales.
Tiene como objetivo principal el bienestar de la persona a través de su diagnóstico y tratamiento con el fin de que alcance la mejor calidad de vida posible.
Coloquialmente se utiliza el término depresión para referirse a un estado de tristeza pero en realidad describe una situación de mayor trascendencia.
La depresión es un trastorno del estado de ánimo que se caracteriza por sentimientos de abatimiento, infelicidad y culpabilidad. Puede ser transitoria o permanente, en ocasiones viene acompañada por la ansiedad y puede afectar profundamente al estilo de vida de aquellas personas que la padecen.
No sólo incluye la tristeza y el decaimiento, síntomas más representativos, pero no necesarios, sino que pueden darse problemas como la falta de energía, el insomnio, la irritabilidad o cambios en el apetito entre otras, llegando en su estado más grave a ideas de autolesión e incluso, el suicidio.
Es un trastorno que en la mayoría de los casos precisa, aunque no se pida, de ayuda profesional para superarlo.
Se manifiesta a través de una alteración del estado del ánimo basado en la alternancia de fases depresivas y fases eufóricas o maníacas.
Estas fases suelen seguir unos patrones cíclicos, duración determinada y en muchas ocasiones incluso siguen un patrón estacional. Dependiendo de la persona afectada, estas fases pueden ser muy largas, de meses, o muy cortas, de pocos días.
El afectado puede mostrar llanto, tristeza, disminución de energía o del apetito en fases depresivas o sentirse eufórico, hiperactivo, sobreestimar sus capacidades o mostrarse muy impulsivo en sus fases de euforia o maníacas.
Estas actitudes pueden llevar al paciente a realizar actos dañinos para sí mismo y para los demás, como puede ser la agresividad física o los gastos excesivos en determinadas fases.
Como se suele decir, cada persona es un mundo y ante mismas situaciones cada persona actúa o siente de una forma diferente.
Las situaciones de estrés activan nuestros “comportamientos de supervivencia”, llevándonos a actuar de manera urgente ante las situaciones.
Si esta actitud de supervivencia es momentánea no implica un problema, pero si se convierte en un estado mental duradero puede influir negativamente en la vida de las personas afectadas, cayendo en lo que se conoce como ansiedad.
La ansiedad no sólo nos afecta a nivel mental, a través de temores o pensamientos negativos, sino también físicamente (dificultad para entrar en estado de reposo, relajarse, sudoración excesiva, tensión muscular, etc.) o cambiando nuestro comportamiento (repetición de movimientos musculares “tics”, comportamientos obsesivos, etc.).
La situación de las personas que conviven con este estado de alerta permanente, que se cuenta en millones en el mundo, puede mejorar notablemente con el tratamiento adecuado.
Este trastorno no se basa en el cambio de comportamiento o actitud en diferentes situaciones, que pueden ser derivadas de la personalidad o de factores externos como la presión social, sino que va más allá.
Este tipo de trastorno afecta a todas las áreas en la vida de una persona, ya sea a nivel individual (perturbaciones emocionales y afectivas) o social (relaciones interpersonales, trabajo), dificultando adaptación ante nuevas situaciones y el aprendizaje de nuevas habilidades.
Puede manifestarse a través de inestabilidad emocional o emotiva, dramatismo, comportamientos obsesivos (querer ser el centro de atención, perfeccionismo, cumplimiento excesivo de reglas, obcecación con el orden, etc.).
Para alcanzar mejoras notables en este tipo de trastornos es importante una actuación intensa y constante por parte de las personas más cercanas al afectado y tratamiento profesional.
La adicción implica la dependencia de nuestras vidas con respecto a algún estímulo o sensación. Existen claros ejemplos como pueden ser la adicción al juego o el consumo de drogas, u otros más complicados de detectar como la adicción al trabajo o a Internet, cada vez más presente en nuestras vidas.
En una situación de adicción el afectado puede no querer darse cuenta de su dependencia por lo que entra en un estado de autoengaño y negación que hace muy complicada la actuación propia o externa, necesarias para que no se adentre en una situación de deterioro de su calidad de vida o de comportamientos compulsivos.
Las adicciones han de atenderse a través de un tratamiento especializado e individualizado. La colaboración del las personas cercadas al afectado son determinantes.
Estas crisis hacen sentir al afectado unas sensaciones en las que se mezcla el miedo con la ansiedad poniéndonos en una situación de sudoración excesiva, dificultad para respirar, nauseas… en las que el afectado teme por su vida o por su salud, ya sea física o mental.
Normalmente no viene precedido de una causa aparente, sino que aparece de manera instantánea. En la mayoría de las situaciones, el miedo que se experimenta no tiene relación con la situación externa real y complica el modo de actuar de una persona ante una situación aparentemente inofensiva, lo que a ojos de la sociedad hace más complicado la aceptación de las personas con este problema.
Trastorno bipolar: Depresión
Coloquialmente se utiliza el término depresión para referirse a un estado de tristeza pero en realidad describe una situación de mayor trascendencia.
La depresión es un trastorno del estado de ánimo que se caracteriza por sentimientos de abatimiento, infelicidad y culpabilidad. Puede ser transitoria o permanente, en ocasiones viene acompañada por la ansiedad y puede afectar profundamente al estilo de vida de aquellas personas que la padecen.
No sólo incluye la tristeza y el decaimiento, síntomas más representativos, pero no necesarios, sino que pueden darse problemas como la falta de energía, el insomnio, la irritabilidad o cambios en el apetito entre otras, llegando en su estado más grave a ideas de autolesión e incluso, el suicidio.
Se trata de un trastorno que en la mayoría de los casos precisa, aunque no se pida, de ayuda profesional para superarla.
Ansiedad
Como se suele decir, cada persona es un mundo y ante mismas situaciones cada persona actúa o siente de una forma diferente.
Las situaciones de estrés activan nuestros “comportamientos de supervivencia”, llevándonos a actuar de manera urgente ante las situaciones.
Si esta actitud de supervivencia es momentánea no implica un problema, pero si se convierte en un estado mental duradero puede influir negativamente en la vida de las personas afectadas, cayendo en lo que se conoce como ansiedad.
La ansiedad no sólo nos afecta a nivel mental, a través de temores o pensamientos negativos, sino también físicamente (dificultad para entrar en estado de reposo, relajarse, sudoración excesiva, tensión muscular, etc.) o cambiando nuestro comportamiento (repetición de movimientos musculares “tics”, comportamientos obsesivos, etc.).
La situación de las personas que conviven con este estado de alerta permanente, que se cuenta en millones en el mundo, puede mejorar notablemente con el tratamiento adecuado.
Este trastorno no se basa en el cambio de comportamiento o actitud en diferentes situaciones, que pueden ser derivadas de la personalidad o de factores externos como la presión social, sino que va más allá.
Se trata de una alteración del estado del ánimo basado en la alternancia de fases depresivas y fases eufóricas o maníacas.
Estas fases suelen seguir unos patrones cíclicos, duración determinada y en muchas ocasiones incluso siguen un patrón estacional. Dependiendo de la persona afectada, estas fases pueden ser muy largas, de meses, o muy cortas, de pocos días.
El afectado puede mostrar llanto, tristeza, disminución de energía o del apetito en fases depresivas o sentirse eufórico, hiperactivo, sobreestimar sus capacidades, o mostrarse muy impulsivo en sus fases de euforia o maniacas.
Estas actitudes pueden llevar al paciente a realizar actos dañinos para sí mismo y para los demás, como puede ser la agresividad física o los gastos excesivos en determinadas fases.
Trastornos de personalidad
Este tipo de trastorno afecta a todas las áreas en la vida de una persona, ya sea a nivel individual (perturbaciones emocionales y afectivas) o social (relaciones interpersonales, trabajo), dificultando adaptación ante nuevas situaciones y el aprendizaje de nuevas habilidades.
Puede manifestarse a través de inestabilidad emocional o emotiva, dramatismo, comportamientos obsesivos (querer ser el centro de atención, perfeccionismo, cumplimiento excesivo de reglas, obcecación con el orden, etc.).
Para alcanzar mejoras notables en este tipo de trastornos es importante una actuación intensa y constante por parte de las personas más cercanas al afectado y tratamiento profesional.
Adicciones
La adicción implica la dependencia de nuestras vidas con respecto a algún estímulo o sensación. Existen claros ejemplos como pueden ser la adicción al juego o el consumo de drogas, u otros más complicados de detectar como la adicción al trabajo o a Internet, cada vez más presente en nuestras vidas.
En una situación de adicción el afectado puede no querer darse cuenta de su dependencia por lo que entra en un estado de autoengaño y negación que hace muy complicada la actuación propia o externa, necesarias para que no se adentre en una situación de deterioro de su calidad de vida o de comportamientos compulsivos.
Las adicciones han de atenderse a través de un tratamiento especializado e individualizado. La colaboración del las personas cercadas al afectado son determinantes.
Crisis de angustia
Estas crisis hacen sentir al afectado unas sensaciones en las que se mezcla el miedo con la ansiedad poniéndonos en una situación de sudoración excesiva, dificultad para respirar, nauseas… en las que el afectado teme por su vida o por su salud, ya sea física o mental.
Normalmente no viene precedido de una causa aparente, sino que aparece de manera instantánea. En la mayoría de las situaciones, el miedo que se experimenta no tiene relación con la situación externa real y complica el modo de actuar de una persona ante una situación aparentemente inofensiva, lo que a ojos de la sociedad hace más complicado la aceptación de las personas con este problema.