Como se suele decir, cada persona es un mundo y ante mismas situaciones cada persona actúa o siente de una forma diferente.
Las situaciones de estrés activan nuestros “comportamientos de supervivencia”, llevándonos a actuar de manera urgente ante las situaciones.
Si esta actitud de supervivencia es momentánea no implica un problema, pero si se convierte en un estado mental duradero puede influir negativamente en la vida de las personas afectadas, cayendo en lo que se conoce como ansiedad.
La ansiedad no sólo nos afecta a nivel mental, a través de temores o pensamientos negativos, sino también físicamente (dificultad para entrar en estado de reposo, relajarse, sudoración excesiva, tensión muscular, etc.) o cambiando nuestro comportamiento (repetición de movimientos musculares “tics”, comportamientos obsesivos, etc.).
La situación de las personas que conviven con este estado de alerta permanente, que se cuenta en millones en el mundo, puede mejorar notablemente con el tratamiento adecuado.